Final de esta aventura: Un día a la vez, experiencias de una docente en formación.
Hoy ha llegado el final de esta aventura de prácticas, una experiencia que marcó profundamente mi formación como docente. Al mirar atrás y recordar cada día frente al grupo de segundo grado, me invade una mezcla de emociones: alegría, nostalgia y una enorme gratitud. Desde el primer momento, los niños me recibieron con curiosidad, con esas preguntas espontáneas tan propias de su edad, que iban desde “¿Tú también eres maestra?” hasta “¿Vas a quedarte con nosotros siempre?” Preguntas que, aunque sencillas, me hacían sentir parte del aula y me motivaban a dar lo mejor de mí.
Con el paso de los días, logré conocerlos, identificar sus ritmos, sus formas de aprender, sus intereses y necesidades. A través de los distintos proyectos que llevamos a cabo, pude observar cómo los contenidos tomaban vida para ellos. Uno de los proyectos que más disfruté fue el de las fases de la Luna y su relación con la agricultura, donde los niños no solo aprendieron conceptos científicos, sino que también desarrollaron habilidades de observación, trabajo en equipo y expresión oral. Otro proyecto que marcó mi estancia fue el de fútbol, que aprovechó su interés natural por el juego para integrar conocimientos de diversas asignaturas. Ver cómo se emocionaban con una trivia o cómo relacionaban los contenidos con su vida cotidiana fue una prueba de que el aprendizaje puede ser significativo cuando se conecta con sus intereses.
En todo este proceso, el apoyo de la maestra titular fue clave. Siempre estuvo dispuesta a orientarme, a darme su confianza y su espacio para proponer y experimentar. Sus observaciones fueron siempre constructivas, me ayudaron a mejorar mi práctica y a reflexionar sobre lo que significa realmente estar frente a un grupo. Su ejemplo me enseñó que ser maestra no solo implica transmitir conocimientos, sino también formar, acompañar y cuidar.
Me llevo muchos aprendizajes: sobre planeación, sobre manejo de grupo, sobre flexibilidad y creatividad en el aula, pero sobre todo, sobre la importancia de escuchar y observar a los alumnos. Ellos me enseñaron que cada día es una oportunidad para mejorar y para hacer la diferencia en su proceso educativo.
Hoy cierro esta etapa con el corazón lleno. Me despido de segundo grado con la certeza de que esta experiencia ha reforzado mi vocación y ha dejado en mí una huella imborrable. Me voy con más herramientas, con más confianza, y con el compromiso firme de seguir formándome para ser la maestra que cada uno de esos niños merece.
Comentarios
Publicar un comentario