El árbol de las campeonas y campeones
La inclusión es un concepto que se refiere a la aceptación, valoración y participación plena de todas las personas, sin importar sus diferencias. Esto puede aplicar a contextos sociales, educativos, laborales, culturales, entre otros.
En términos simples, incluir es permitir que todos tengan un lugar, una voz y una oportunidad, especialmente quienes tradicionalmente han sido excluidos o marginados, como personas con discapacidad, de diferentes culturas, géneros, orientaciones sexuales, clases sociales, etc.
En educación, la inclusión implica adaptar el entorno escolar para que todos los estudiantes aprendan y participen en igualdad de condiciones, sin segregar a quienes tienen alguna necesidad especial, discapacidad, o desventaja social o lingüística.
Esto no significa tratar a todos igual, sino brindar a cada quien lo que necesita para aprender.
La inclusión en la Nueva Escuela Mexicana (NEM) es un eje central de su propuesta educativa. La NEM busca una educación humanista, equitativa y transformadora, donde todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades de aprender, participar y desarrollarse plenamente, sin importar sus condiciones personales, sociales o culturales.
La inclusión en la NEM significa que todas y todos tienen un lugar, que las diferencias no son obstáculos, sino oportunidades para construir una escuela más justa, empática y transformadora.
Es uno de los ejes que tiene este proyecto, me he enfocado y nos hemos enfocado en que todos los alumnos participen en la elaboración de los proyectos y me replante ¿Esto es inclusión?
Los libros, los programas educativos y muchas definiciones nos dicen qué es la inclusión: aceptar, respetar, convivir con la diversidad… Pero me pregunto, ¿realmente estamos logrando eso en la práctica?
¿Estamos formando estudiantes verdaderamente inclusivos, con empatía y conciencia social, o solo enseñándoles a convivir superficialmente con quienes son diferentes?
Muchas veces, se dice que hay inclusión porque todos están en el mismo salón, pero eso no basta. La inclusión no es solo estar juntos, sino que todos se sientan valorados, escuchados, comprendidos y protagonistas de su propio aprendizaje.
No se trata de “tolerar al otro”, sino de entenderlo, respetarlo y aprender con él.
Entonces, vuelvo a preguntar: ¿esto es inclusión… o solo estamos diciendo que lo es?
Con eso en mente, ese día decidí hacer un cambio en la actividad que tenía planeada. Los alumnos iban a elaborar una hoja para el árbol con un mensaje positivo, como habíamos acordado, pero esta vez lo harían escribiéndolo en Braille.
Al comenzar la clase, les planteé una situación:
¿Qué harían si un alumno con discapacidad visual llegara al salón?
¿Cómo lo ayudarían? ¿Cómo convivirían con él?
Las respuestas fueron variadas y enriquecedoras. Luego les hice otra pregunta:
¿Y si ese compañero fuera sordo? ¿Cómo se comunicarían con él?
Aproveché para explicarles que el término correcto es "persona sorda", no "sordomuda", ya que sí tienen la capacidad de hablar, pero al no escuchar, no pueden imitar los sonidos con precisión.
Con este contexto, les propuse escribir su mensaje en sistema Braille. Les expliqué qué es, para qué sirve, y por qué es tan importante.
En el pizarrón escribimos el alfabeto Braille, analizamos su estructura y comprendimos por qué se representa con puntos.
Algunos alumnos lograron entender el propósito y realizaron su mensaje con interés y esfuerzo.
Otros, sin embargo, no lo lograron del todo, posiblemente por el rezago que presentan al escribir por su cuenta, una realidad que aún enfrentamos día a día en el aula.
También noté que algunos estudiantes se mostraron realmente curiosos, interesados en saber más sobre cómo se comunican las personas con discapacidad. Fue ahí cuando me di cuenta de algo importante: aún estamos lejos de ejercer la inclusión de manera plena y verdadera.
Si nos detenemos a pensar en un contexto más amplio, en todo el territorio mexicano, me pregunto si realmente estamos trabajando como marcan los ejes de la Nueva Escuela Mexicana, o si simplemente seguimos el proyecto del libro sin cuestionarlo.
¿Nos están guiando los programas educativos… o nos están limitando?
Esta experiencia me dejó claro que la inclusión no se logra solo con discursos o actividades “especiales”, sino con una transformación real en la forma en que pensamos, enseñamos y construimos comunidad en la escuela.
He leído los libros de texto al derecho y al revés. En su mayoría, comparten los mismos Proyectos Didácticos de Aula (PDA) y contenidos. Pero me pregunto:
¿No se vuelve repetitivo?
Parece que tomaron muy en serio la propuesta de formar personas con educación ambiental. Ya perdí la cuenta de cuántos proyectos he planeado y ejecutado sobre ese tema, y casi todos giran en torno a lo mismo: plantar una semilla y verla crecer.
¿Pero cuál es realmente el propósito?
¿De qué me sirve a mí como maestro? ¿Y de qué les sirve a ellos como alumnos?
He modificado, relajado o reconstruido proyectos desde cero, incluso usando propuestas que otros maestros han creado. He tratado de profundizar en aspectos que los libros solo mencionan de forma superficial. Sé que estas propuestas están pensadas (al menos en teoría) para adaptarse a comunidades rurales, pero la realidad es que se sienten monótonas y repetitivas.
Muchas veces he tenido que ajustar los proyectos, no solo para motivar a mis alumnos, sino también porque la universidad me exige que duren toda la jornada de práctica. Pero en medio de todo eso, surge una duda que me persigue:
¿Realmente estamos logrando algo?
¿Estamos educando con propósito o simplemente cumpliendo con tareas impuestas, sin un impacto real en los estudiantes?
Yo estoy portando mi grano de arena a esos niños a esa escuela, estresándome en lograr realmente un cambio...pero siento que estoy lejos de lograr algo desde donde estoy.
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