El árbol de las campeonas y campeones (Cierre)
Cartulinas que los alumnos prepararon con su información personal. Para hacer de este momento algo especial, a cada estudiante se le otorgó un micrófono y se le invitó a subirse a una silla para compartir su trabajo con el grupo, bajo mi supervisión constante.
Al principio, la mayoría se mostró tímida y reservada, pero poco a poco comenzaron a soltarse y a tomar confianza en sí mismos. Lo que inicialmente fue una presentación de datos personales, se transformó en un espacio de expresión espontánea. Algunos alumnos comenzaron a contar anécdotas y vivencias, incluso momentos en los que se sintieron mal por situaciones con sus compañeros. La actividad tomó un rumbo inesperado: se convirtió en un espacio de desahogo, sinceridad y reflexión grupal.
No había planeado que esto sucediera, pero decidí no interrumpirlos. Simplemente los dejé hablar. Se abrió un espacio valioso, donde los alumnos pudieron expresar asuntos pendientes, sentimientos guardados y reflexiones personales. Aunque en cierto momento el ambiente se tornó más relajado —algunos lo tomaron como un "stand up" y comenzaron a bromear— se logró un ejercicio profundo de comunicación y escucha.
Al concluir las exposiciones, se retiró el micrófono para recuperar el enfoque del grupo. Como cierre significativo, se les leyó el contenido de las hojas y flores que forman parte del "Árbol de las campeonas y campeones", reforzando así el valor de cada uno como parte fundamental del grupo y reconociendo sus logros y cualidades.
Fue una experiencia enriquecedora, tanto para ellos como para mí, y me recordó la importancia de crear espacios donde los alumnos se sientan escuchados, valorados y seguros para compartir lo que sienten.
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